Es muy complicado escuchar el tono de una llamada o el aviso de que hemos recibido una nueva comunicación y no desconectar de los que estábamos haciendo en ese momento, para centrarnos en ese nuevo estímulo que tanta ansiedad nos puede llegar a crear: ¿quién se pone en contacto conmigo? ¿con qué objetivo? ¿qué espera de mí? Al denominar al teléfono como uno de los ladrones de tiempo hacemos referencia a cualquiera de sus versiones, ya que todas son igual de peligrosas para nuestra productividad:
- Nuestro teléfono o Smarthpone personal: que nos hace disponibles 24/7 gracias a las notificaciones de redes sociales, a los emails, a los SMS, a los avisos, etc.
- Nuestro teléfono fijo de la oficina: mediante el que en ocasiones no paramos de recibir llamadas que nos impiden empezar y terminar una tarea en un plazo de tiempo razonable.
- Nuestro teléfono móvil de trabajo: que aunque está diseñado con una finalidad productiva, muchas veces acaba convirtiéndose en todo lo contrario.
Los errores que cometemos al usar el teléfono y sus consecuencias
La clave sería usar el teléfono en nuestro beneficio, pero para aprender cómo hacerlo antes es necesario saber qué hacemos mal. Nuestros principales errores son:
- Responder a todas las llamadas y a veces incluso a todos los mensajes.
- Prolongar injustificadamente la duración de las llamadas.
- Interrumpir la actividad que nos ocupa para darle prioridad al teléfono, incluso sin saber si la tiene o no.
De hecho, un estudio de Sondea afirma que 30% de los encuestados reconoce que interrumpe una charla con amigos, una comida familiar o el trabajo para leer un mensaje, un email o una notificación en el móvil. Actitudes de este tipo, provocan que el 46% de las personas que respondieron al estudio reconozcan que se hayan llegado a sentir molestas en alguna ocasión porque su interlocutor no les prestaban la atención deseada.
Nuestros malos hábitos respecto al uso del teléfono se reflejan en la mayoría de sus efectos negativos:
- Interrumpe nuestra concentración. Esto se traduce en una pérdida de tiempo, de entre seis y nueve minutos, cada vez que necesitamos retomarla. Si los añadimos a los de la duración del acto de leer el mensaje (y responderlo, en algunas ocasiones) o a la duración de la llamada en sí nos damos cuenta de cuánto perjudica realmente y de lo poco conscientes de ello que éramos.
- Nos hace perder foco. Nuestra atención pasa, de estar fijada en la tarea que estamos acometiendo, a estar dispersa; ya sea por pensar en lo que nos acaban de decir o acabamos de leer, o por lo que suponemos que será, si la llamada o mensaje aún no se ha producido pero sabemos de su inminente llegada.
- Reduce la calidad de los periodos de relax. Muchas veces los descansos también se ven interrumpidos por llamadas o mensajes, por lo que, tras la pausa, nuestra mente no está tan relajada como debería.
Cómo hacer un correcto uso del teléfono
El teléfono es una herramienta muy útil y necesaria, no sólo en el entorno laboral. Pero hay que aprender a priorizar las distintas situaciones de nuestro día a día, ya que en esa racionalización del uso del teléfono está la clave de la mejora. Para lograrlo se puede empezar estableciendo acciones mecánicas como:
- Promover la concisión y precisión en su uso. Plantearse el objetivo de cada llamada (cuestionarse si es importante y necesario hacerla) o preguntarle abiertamente al emisor de la misma acerca de él nos ayudará en nuestro progreso.
- Tener el teléfono apagado, o al menos en modo silencio y sin vibración, cuando se considere necesario.
- Designar un momento del día para hacer todas las llamadas telefónicas que se necesitan. En esa franja horario elegida, la actividad que llevaremos a cabo será ésa.
- Poner al teléfono a tu servicio como herramienta que es, y no al contrario. Limita las ataduras
- Tener claro que no es necesario responder a cada llamada o a cada mensaje, ni mucho menos en el momento.